Explicación resumida de por que "matar a todos los negros" me parece una buena idea:
Sábado entre las cinco y las cinco y media de la madrugada:
Vuelvo a casa después de haber cometido el terrible error de ir a un boliche. Los que me conocen saben que no soy de frecuentar lugares así, que la música fea y las charlas sosas me dan alergia. Aburrido como estaba, había matado el tiempo tomando cerveza, que cosataba por lo menos el triple que en el super y/o kiosko. En consecuencia estaba borracho y cansado. Aquí empieza el nudo del problema. Cuando el N central frena por la Castro Barros a la altura de Bº San Martín, el colectivo se innunda de lacras, negros, chicos marginales o entes infectos, como quieran llamarles. Yo venía sentado desde hacía un rato, medio cabeceando de sueño. Se sientan en el piso, en los caños, seis o siete en un mismo asiento, prenden cigarrillos y continuan su charla a los gritos, al mismo volumen que traían desde la calle, desde el baile. Uno de ellos me pide que le "de un poco de asiento" a una de las mujeres del grupo. Me incorporo como para cederle todo el lugar, pero él insiste en que sólo un poco alcanza, que me siente. Me aprieto contra un costado para que la chica se siente. Cambio algún chiste bobo con el negro que me pidió lugar y luego me callo. Otro negro me advierte que no "me haga el chori" con la muchacha a mi lado, que "era suya". Los tres personajes empiezan a hablar en su jerga tan particular, los dos varones para disputarse a la mujer, ella haciendo comentarios en favor de ninguno, siempre preguntándome si estoy de acuerdo al finalizar cada frase.Afortunadamente llega el momento en que me tengo que bajar. Como había ido a un lugar de gente "descente" yo iba "descentemente" vestido es decir una remera mangas largas Levi's un jean cualquiera, zapatillas y estrenaba una billetera de cuero que me habían regalado recientemente, a colación de mi pasado cumpleaños. Llevaba, también, un buzo. Un buzo barato, de polar, de color medio verde con el cuello con cierre relámpago, que no usaba casi nunca. Cuando estoy por bajar, un negro me pide plata. Le digo que no tengo. Insiste, y el grupo en general me abuchea. Le repito que no tengo, de hecho saco la billetera y le muestro que no tengo un solo centavo. Nuevamente me dispuse a bajar, pero rápidamente me quitan el buzo. No bajo y miro en redor, buscando MI buzo. Lo encuentro y lo tomo, lo aferro con fuerza y vuelvo a tocar el timbre. La distancia entre una y otra parada es de tres cuadras, a lo que el chofer consideró innecesario abrir y cerrar la puerta otra vez. A una cuadra de la parada, una pezuña anónima me empuja fuera del vehículo que iba por lo menos a veinte kilómetros por hora. Caigo y me magullo los codos, me raspo y amoretono la espalda, me esguinzo la mano izquierda.
Ahora no me digan que el determinismo, que la sociedad y que la concha de montoto.No sos seres humanos, son primates feos e involucionados.