Espacio abierto. Flores, pasto, un sol indeciso, una que otra nube, antes del diálogo un silencio prolongado.
Hombre vejado por una existencia basada en las Prácticas de la Impotencia: Che, y decime ¿Es soportable? Quiero decir, ¿se puede vivir así, como hacés vos, prescindiendo absolutamente de las pasiones, en esa tibieza imposible de tu pusilanimidad?
Mujer (los adjetivos redundan): ...
Hombre vejado por una existencia basada en las Prácticas de la Impotencia: No me hagas tan gráfico lo que estoy diciendo, que convencimientos no me falta, mujer. Intentá al menos contestar eso que te pregunto: ¿Cómo se hace, cómo hacés para llevar tu existencia de esa manera atroz?
Mujer (los adjetivos redundan): No es así, como vos lo decís. No es que prescinda de las pasiones.
Hombre vejado por una existencia basada en las Prácticas de la Impotencia: A ver... entendamos por pasiones no todo sentimiento arrebatado dirigido o tendiente infinitamente a algo. Para el caso, podrías señalar tu amor por la literatura y yo de eso no podría renegar. Pero ya está, te robé el ejemplo. Ahora te reto a que elijas otro. Decime otra cosa, además de la literatura, por la que sientas un verdadero temblor existencial. Algo que te sacuda de los márgenes del racionalismo, suponiendo que tu especie tenga alcance a tal cosa como el uso medido y premeditado de una razón conciente.
Mujer (los adjetivos redundan): ... (interrumpida)
Hombre vejado por una existencia basada en las Prácticas de la Impotencia: No te esfuerces. No te va a salir nada. Y tampoco me dejes usar una palabra tan amable como "nada". Te va a salir un silencio vacío, otra vez. La encarnación de eso que yo llamo pusilanimidad, y que en vos resulta curiosamente esencial. Y mierda, pensándolo un poco, resulta admirable, vivir en la constante no-existencia de las cosas. No niego que pueda llegar a serte dura, la existencia, así como la llevás. Digo, porque hay que llevar la pusilanimidad por noúmeno. Me lo imagino y hasta me aterro un poco. Atrás de todo, latiendo siempre, sobre todas las cosas en tu vida, una constante necesidad de no decidir, de no optar, de dejar fluir. Pará, no digas nada...
¿Vos pensaste que la no opción también es un acto volitivo? Dejar de hacer, no hacer, dejar lugar a la cómoda tercera persona del singular, todo eso no configura otra cosa que un acto volitivo. Y ahora no me vengas con mi fatalismo y mi negación de la voluntad, que estamos en un campo neutro. Sí, digamos que por hoy, mi cosmovisión no cuenta.
Mujer (los adjetivos redundan): Pero si sabés que no podés apartarte de tus muletitas-salvavidas. Y cómo podés pretender que te conteste, si pensás que podés ponerte en un lugar por fuera de tu propia esencia.
Hombre vejado por una existencia basada en las Prácticas de la Impotencia: No, mi vida. El pensamiento es accidental, no esencial. Igual, salgámonos de estos aristotelismos, y seamos serios, una vez al menos.
Mujer (los adjetivos redundan): De una u otra manera, no te pretendas esa omnisciencia cuasidivina, porque te queda grande como una camisa de papá, con los puños cayendo diez centímetros desde ese muñón que la tela impide ver que es tu manecita.
Hombre vejado por una existencia basada en las Prácticas de la Impotencia: Los horrores me ponen al borde de la certeza, es una mala costumbre que he adquirido de tanto tragarme esa metafísica con tuco que te sirven de Frankfort, y que en Colonia y Berlín trae además, tres o cutro medidas de sistematización. Y si después acomodo los relojes a mi paso, no es fanfarronería, porque vos no sabés lo solo que estoy, ni lo poco que me importan los relojes.
(con dificultad se saca el reloj-pulsera del antebrazo izquierdo y lo arroja a un costado, bastante lejos de la escena)
¿Ves? Ni siquiera sé por qué lo llevo. Ah, sí, compromisos sociales. Me lo regalaron, y sobre esa actividad divina, la de don o la revelación -creo que la gratuidad también definiría lo divino- también tengo mi mochila de creencias.
Mujer (los adjetivos redundan): Y todo este teatro -tirar el reloj, desencajarte el corazón de entre las costillas y hacerlo latir acá afuera- ¿para qué? Siempre preferirás conformar tu imagen, dibujarte un poco más a cada cosa que decís, a obtener realmente aquello que decís preferir.
Hombre vejado por una existencia basada en las Prácticas de la Impotencia: Callate. No entendés nada. Por suspuesto que estoy desconfigurado, que veo fragmentos en los espejos. Pero si nos fuimos de tema, es por mi verborragia involuntaria y tu incapacidad para agarrar el toro por los cuernos. ¡Eso! El toro por los cuernos, ¿cuándo vas a agarrar el toro por los cuernos?
Mujer (los adjetivos redundan): ¿Esa figura tuya, el toro por los cuernos, además de las implicancias significativas del carbonato de calcio o lo que fuere que constituya la cornamenta, refiere a eso que también llamaste pusilanimidad?
Hombre vejado por una existencia basada en las Prácticas de la Impotencia: Analogía, no es igualdad, pero sí, dale.
Mujer (los adjetivos redundan): Entonces hay una manera de encarar el toro por un lado que no sea el de los cuernos.
Hombre vejado por una existencia basada en las Prácticas de la Impotencia: A ver... Primero: no te tomes literales las analogías, máxime cuando éstas tienen una finalidad predominantemente estética. Segundo: Cuando me refería a pusilanimidad, acordate que empecé por el lado de la carencia de pasiones. Sino podría decir que hasta le preguntás a cada pie antes de dar un paso. A tanto no creo que llegues. Apuntaba a que, en presencia de estos arrebatos, los instintivo es ir a los cuernos del bovino en cuestión, y vos no hacés más que meterte dentro de la capa en un rincón del ruedo, esperándo que la calamidad pase, se vaya, ¿ves? Siempre impersonal, siempre un no-vos que efectúa la acción. Ecco lo insufrible. Pero eso de la certeza del horror que dije, no fue fortuito. No. Por eso tampoco quiero que me respondas, ahora. Acabo de darme cuenta de una cosa.
Mujer (los adjetivos redundan): ¿Qué cosa?
Hombre vejado por una existencia basada en las Prácticas de la Impotencia: De ahora y en adelante, eso me lo guardo para mí, o para una compañera de cama, o para una puta, o para un perro, para cualquier cosa con una capacidad mínima, atrofiada, minusválida, de amar. Sí, considero que te falta para poder hacer algo así. Y tranquilidades tres pepinos. Me voy, nos vemos.
(se saludan con un beso en la mejilla).
(Telón).