Oh gracias señor. Gracias por haber permitido que yo ingrese a 7º año del Colegio Nacional de Monserrat.
Siento en cada segundo que corre, cada segundo que se cumple en mí, un pequeño distanciamiento. A cada paso que doy, cada día que pasa, cada atardecer que acaece, me aleja más y más del monse. Me acerca a la vida, a la muerte, a todo lo que sigue después del detestable colegio secundario.
Hoy, tengo ganas de cantar. Ebullo de alegría al saber que in-ex-or-a-ble-men-te voy a poder despedirme definitivamente de esa asquerosa institución a fin de este año, de una vez y para siempre.
Ya sé. Ahora viene todos los que ya termianaron el secundario y vienen a frustrarme el sueño. Pero no. ¿Cuántos de los que iban a comentar algo sobre lo mierda que es la universidad nacional o privada, fueron al monse durante 7 años? A lo sumo dos o tres. Sólo pocos sabemos el sufrimiento que representa haber perdido 1285 días de su vida, 6425 horas, encerrado en esas aulas, soportando esa vida...
La culpa es mía, en primera instancia, por haber aceptado entrar. "No hay devoluciones", debe decir algún cartel que no leí o que no quise leer. Pero hay cierta irreverencia irrespetuoso en este post. Hay cosas que debo al monse. Las voy a agradecer minuciosamente, una por una, para poder no deberle nada al acabar el año.
A saber:
*Haber conocido allí a buena parte de mis amigos.
*Cacho.*Mi elitismo.
*Mi discriminación.
*Mi modesta cultura general.
**Mi leve repudio a la derecha.
*La gloriosa revista ZEN.
*La certeza de que hay-de-todo-en-las-viñas-del-señor.
En próximas entregas, espero poder detallar lo más exactamente posible cada una de estas experiencias, a fin de intentar devolverlas a la realidad a la que alguna vez pertenecieron -es decir, antes de ser sólo fragmentos en mi memoria- con el fin de que dejen de pertenecerme "del todo" y mi deuda con este colegio tan amadodiado quede saldada.
D.P.