Te dije que te conozco tan bien -o al menos habré dicho "lo suficiente"- como para saber que no podía (esa tarde, ese lugar, eso) significar nada.
Te dije que me embriagó Dios, y las consecuencias orales, retóricas si se quiere, de que no haya sido una triste ginebra sino el mismísimo creador el que me drenó el cerebro.
Te dije muchas cosas; y todas tan vanales...
Lo importante para decir, ya (te) lo dije muchas veces. ¿Cuántas lo habrás escuchado? ¿Cuántas menos lo habrás entendido?
Entre el estudio del griego homérico y el alcohol, siempre se me hace un espacio para pensarte.
¿Quién tendrá más derecho a afirmar que sintió los pequeños rostros picudos sonreír? ¿Alguno será poseedor más objetivo de la realidad que el otro, si se atreve a admitir la presencia del sonido, la risa no de sorna sino de sincera alegría de los pequños astros ojones?
Puf, el post más directo que he escrito.
Tuyito, tuyito.
From D.P.