Star Trek. Prestar atención al vocabulario técnico. ACTUALIZACIÓN DE SEGURIDAD | |||
Buenos Aires Octubre 24 de 2008 El día de ayer, como parte de su compromiso por la seguridad informática de usuarios y clientes y con el objetivo de protegerlos de potenciales ataques, Microsoft liberó una actualización de seguridad sobre una vulnerabilidad en todas las versiones soportadas de Windows. Esta resuelve una vulnerabilidad hallada por la compañía como parte de los procedimientos habituales de supervisión y monitoreo en seguridad. Microsoft tuvo conocimiento de estos ataques contra Windows XP en las últimas dos semanas. En cuanto se detectó esta amenaza, se inició una investigación. Los resultados arrojaron que se presentaron ataques limitados y específicos por medio de una nueva vulnerabilidad que se descubrió en la plataforma Windows. De forma inmediata, se inicio el Proceso de Respuesta a Incidentes de Seguridad de Software de Microsoft para investigar este tema y se desarrolló una actualización de seguridad para atenderlo. |
Friday, October 24, 2008
Monday, September 22, 2008
Tuesday, September 16, 2008
Friday, July 11, 2008
La Mujer.
La tercera vez que me tocó verlo las contingencias del azar pusieron en relieve alguna sospecha que había cobijado anteriormente. El gato bien podía ser siempre un sueño, hablando más claramente, una ensoñación constante, manifestación hermética y/o esotérica de una idea fija, o bien puro capricho del dios de los sueños, una consecución casual y fortuita de la misma irrealidad, lo que me perseguía.
Dije la tercera porque en ese momento se me figuró que era la tercera vez que lo veía pasar frente a mí, cubierto de las improlijidades de la civilización, lejos del alcance del calefactor y la luz tenue que me arropaban serena y casi equívocamente. Al verlo nuevamente, me supuse dormido por tercera vez en la semana. Es decir, vi al gato como la cifra de mi dormir, como la señal o el aviso de mi abandono de la vigilia. No puedo decir si a ciencia cierta estaba dormido –nadie, nunca- pero, hasta donde yo sé, los gatos no vuelan, los patios no se tornan escabrosos (levemente, una impresión intuitiva, puesto que la disposición, la cantidad y calidad de los elementos que componen mi patio eran los mismos que en esos desgatados momentos que llamo vigilia). Sin embargo el gato aparecía, inevitablemente eso es así, de una u otra forma, y junto con él la impresión gravísima de que mi patio era honestamente escabroso.
El cuadro es certero estéticamente. Es porque no ha dejado de ser, porque sospecho que nuevamente el gato sobrevolará liviano y calmo –nunca noté malicia por su parte, incluso su mirada felina esquivaba matices tétricos para pasar directamente a ser un monólogo que, sin verse privado de cierta perpelijidad que atribuyo a su inopinada capacidad de vuelo, abundaba de todas maneras en una bondad candorosa, esa que estilan otros animales tales como los perros, los elefantes y posiblemente los bovinos todos- las calladas plantas que a mi vista ocultaban la muerte, los setos cortos que no podían disimular su terror, la deformidad de las flores, el mal acechante en cada recoveco oscuro del frondoso siempreverde. El gato planeará tranquilo, aleteará algunas pocas veces, sin remontar demasiada altura, deslizándose suave en el aire y con la gracia de las aves se detendrá unos segundos en mi ventana, con su hocico húmedo y frío –compadezco enteramente al pobre animal cuya existencia, o al menos presencia en mi patio, es indisoluble del clima frío, profundamente frío-, y se alejará rápidamente, sin rumbo o con uno que la oscuridad nunca me permitirá contemplar.
De estos hechos que señalo, por si inverosimilitud, infiero que la presencia del gato es en el mejor de los casos un sueño que se repite cada vez que me abandona el insomnio, en el peor una alucinación de la locura que el insomnio puede causarme, atendiendo a las advertencias que la medicina hace sobre la falta de sueño.
El Gato.
Hoy, al volver del trabajo la encontré nuevamente dormida. El doctor nos avisó –en aquél momento ella estaba despierta- que no había causas fisiológicas para el agotamiento que ella argüía, y que su tendencia constante al sueño le resultaba preocupante y curiosa. No pude ocultar el desprecio que me causó lo poco que demostró preocupación y lo mucho que demostró curiosidad científica ante este extraño mal que aqueja a Claudia. En la última semana, apenas si ha estado despierta cuatro o cinco veces, para comer y asearse, lapsos de no más de cuatro horas, sorpresivos hasta para ella.
No recuerdo con precisión el día en que demoró en levantarse. Esto es extraño, ya que antes de que enfermara la puntualidad de la intuición de sus deberes que algunos llaman reloj biológico, era perfecta. Despertaba cinco minutos antes que cualquier alarma se atreviese a molestarla. A su lado yo, que me admito escrupuloso y ordenado, pasaba por vago y desaplicado, máxime en lo que respecta a la huída del lecho.
Estoy convencido de que está gravemente enferma. De hecho, estoy verdaderamente asustado con respecto a su enfermedad; no la reconozco, no puedo reconocer en ese cuerpo vegetante a mi mujer, la lúcida y activa Claudia, la tía que saltimbaqueaba con Luis y Guadalupe, la asesora jurídica que evitó que yo pagase las piernas rotas de un motociclista borracho y una semana después la habitación del hotel lustroso al que me condujo. Tal vez ahora evoco esos momentos para desalinear el cuerpo inerte que descansa a mi lado todas las noches, y que sigue descansando aún cuando yo ya no estoy, y continúa descansando a mi regreso para no despertar tampoco mañana, con suerte, como quien cabecea de cansancio, abre los ojos y me mira, y sonríe, y vuelve a cerrarlos. He pasado noches enteras en vela y este último descubrimiento ya no alcanza, como en un primer momento, para alegrarme. Supongo que lo hace para descansar de tanto dormir.
Las contadas veces en que se despierta y se mueve, más allá de la lentitud de sonámbulo con la que lo hace, apenas si susurra algunas palabras, como quien repite algo novedoso con el fin de recordarlo. Hace todo mecánicamente, sin pensarlo, lenta pero segura se prepara su té, sin importar a qué hora se despierte, aunque hasta ahora lo ha hecho por la tarde, en horarios no fijos, toma su té, se ducha, se vuelve a poner el camisón, sale al jardín, camina por el como si lo disfrutara, y al cabo de un breve lapso de caminata, vuelve a acostarse.
No responde cuando se le habla, ni siquiera cuando ayer, desesperado al verla pasear por el patio como una autómata, la sostuve y grité fuertemente. Se mantuvo apacible, sin oponerse a mi fuerza sobre sus hombros, sin escuchar una palabra de mis alaridos, si ver una de mis lágrimas.
La Mujer.
El insomnio se mantiene firme, pero mi salud, o al menos mi percepción de mi salud, desoye cuantas calamidades le han vaticinado. Esto me alegra, porque todo lo particular que me queda, todo lo anormal que debería ocurrir en un mes privado prácticamente de ciclos saludables de sueño, se reduce a la permanencia exclusiva del gato volador y el jardín tenebroso en mis ocasionales accesos de sopor. Ha quedado evidenciado para mí que la llegada del gato y el algo en mi jardín obedecen a imaginaciones oníricas. No ha habido cambios sustanciales, pero consigo saber –si hay conciencia en los sueños y luego posibilidad de aprensión de datos a-empíricos y luego conocimiento- que el recorrido del gato volante no es necesariamente el mismo en todas sus apariciones, ni el grado de pavor que la visión de mi jardín me provoca es idéntico tampoco. Pero hay una unidad, de todas maneras. El gato es siempre el mismo gato, y el jardín sigue siendo exactamente mi jardín, tal cual lo reconozco ahora que me admito despierto. Y de esto me queda; en primer lugar, ya un cariño por el animal, primero por el frío al que está condenado a padecer y después por la gracilidad bella de su vuelo; en segundo lugar una expectación no del sueño como actividad de descanso –he olvidado el sentido de esa palabra, ahora hay sólo algo como fiebre levísima y desgano para las tareas pesadas que afortunadamente nunca me veo obligado a practicar producto de mi invalidez y el dinero del Seguro de Desempleo-, sino de volver a encontrarlo, verlo planear precioso y preciosamente, sentirlo vivo y ajeno a mí a pesar de la certeza de que no hay más gato que el que mi imaginación produce al encontrar, como encuentra rara vez, el sueño.
El Sueño.
Límpido-liviano-claro-cómodamente frío-húmedo-feliz-confortable-apacible-veloz-rasposo en la nariz-ahora oscuro-más frío-suave en la nariz el vidrio-silencioso-quieto-calmo-claro nuevamente-rasposo en la nariz-el aire-el viento-verde-oscuro-verde-oscuro-sonoro-pesado-cosquilloso-más frío-rapido-rapidísimo-violento pero seguro-verde-firme-simple contacto en los pies-brillante arriba-giro-elevado-más elevado-oscuro-oscuro-oscuro-resonante-oscuro.
La Mujer.
Leyendo, dejando pasar el tiempo y siguiendo penosamente la línea que las palabras marcan con ritmo confuso, comprendo que el gato no es mío y lo amo aún más. Cifra de la libertad –porque no es un sucedáneo de mis cotidianeidades proyectado en un sueño, sino que independientemente de mí el gato está y es libre y me fascina- me configura como un discapacitado enfermo, persona de escasos accesos al mundo-sueño en el que es feliz. El gato vuela el jardín en tinieblas todo el tiempo; yo lo visito sólo cuando los caprichos de mi psique me permiten.
Si comentara estas conclusiones al doctor, adelantaría el proceso de decretar mi locura a causa del insomnio constante.
Llevo tres meses desde que vi al gato. Duermo dos o tres horas, cada dos o tres días.
El Gato.
Terminé por aceptar las sugerencias del médico e interné a Claudia. Todos los días, al salir del trabajo, paso a visitarla, cada vez con menos convencimiento de que ello tenga algún valor. No sabe ni siquiera que está en un hospital. Continúa la rutina que llevó por tres meses en nuestra casa, pero ahora hay profesionales que miden sus comportamientos, buscando establecer algún patrón sin mayores logros. Los lapsos no son exactos, esto es lo que más exaspera a los médicos, pero aproximadamente cada dos o tres días, por dos o tres horas, se levanta de la cama, arrastra su suero colgando de un caño metálico y sale al patio del hospital. El único cambio es que al no necesitar alimentarse y al ser aseada con algodones húmedos por las enfermeras mientras duerme, todos sus actos de mientras está de pie se reducen a caminar descalza por el patio del hospital.
Admito que mi desesperación tocó su límite un tiempo antes de que decidiera internarla. Admito que estoy viendo a otras mujeres y admito también que su locura, su enfermedad extrañísima la han vuelto algo inhumano a mi vista. Ahora es una mascota excéntrica que despista a los veterinarios con sus peculiares juegos. La incomprensión de lo sucedido me impide sentirme culpable. La visito solamente porque he aprendido a quererla de esta manera, como supongo se querrá a un hermano oligofrénico.
Saturday, July 05, 2008
Advertencia:
Este blog ha sido avandonado y puede que nunca sea rehabitado. Si usted está leyendo esto seguramente estaría mejor leyendo esto (más literatura y menos berrinches quinceañeros o simbolismos estériles para la alteridad).
Muchas gracias,
D. P.
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Muchas gracias,
D. P.
Saturday, May 03, 2008
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